viernes, 2 de marzo de 2012

VII (a.C.) por Javier Palencia

 
Cuando era pequeño me crucé con un hombre que caminaba
con una pierna de carne en un lado
y una pierna de palo en el otro
y decidí restablecer su equilibrio
arreando un puntapié en uno de los lados.
Si pateo la pierna de palo hasta quebrarla, pensé,
el cojo tendrá que salir en busca de madera.
Si pateo la pierna de carne hasta cansarme, pensé,
el cojo tendrá que salir en busca de madera.
Y entendí que para un hombre con una sola pierna,
salir en busca de madera supone un esfuerzo formidable.
Y entendí que no se puede ser un hombre a medias,
que las piernas son algo que Dios haya creado
para existir en número impar.
Lo que no entendí es que se pueda vivir
con una pierna de palo y una pierna de carne.
Así que revisé todo lo que había entendido
y tomé la siguiente resolución:
yo mismo iría a por madera.
Al día siguiente volví al mismo lugar
con dos maderos de paloborracho.
Y cuando me crucé con el hombre que caminaba
con una pierna de carne en un lado
y una pierna de palo en el otro,
le ofrecí los maderos. Y después
le di un puntapié en cada pierna. Y después
me senté a su lado,
y me puse a hablar de Dios.

Del libro "Cristo en Uyuni", por Javier Palencia

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