miércoles, 29 de junio de 2011

Dear Phone, por Peter Greenaway



        Harry Contento llamó a su mujer Zelda desde el muelle para que pudiera oír el mar. Harry sujetó la puerta de la cabina con una madera.
Flora Gallagher, que enseñó a Zelda a nadar, estaba presente cuando Zelda contestaba al teléfono. Decía que sabía por la cara que ponía Zelda si la marea estaba alta o no.
Philip, el hermano de Harry, se preguntaba por qué no lo grababa en lugar de tener que viajar 30 y tantos kilómetros cada día. Pero a Harry le gustaba viajar y disfrutaba haciendo llamadas junto al mar.
Le gustaba como erosionaba la cabina la sal del mar. Se imaginaba cómo el mar, con el tiempo, corroería el propio teléfono y cómo, al final, la corrosión atravesaría la línea hasta alcanzar el oído de Zelda.

Peter Greenaway, 1976

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