New York no existe

       
           Durante nuestra estancia en NY apenas cumplimos alguno de los planes previstos. Sin embargo, confirmamos una hipótesis que hace ya 3 años intuimos: Nueva York no existe. Nueva York es una ficción.
Pero no una ficción de grado 1, como el resto de ciudades [o, más en general, toda realidad], así sea Barcelona o Fez. No.
Ni es una ficción de grado 2, como cualquier lugar que no hallamos visitado y tan solo conozcamos del cine y los libros: como Tokyo.
Ni siquiera de grado 3 como Las Vegas o Comala.
NY es una ficción de grado 10, el grado máximo de fábula que existe: igual que El Dorado; la isla de Ischia según la vio Berkeley; Miskatonic; o Marienbad.
Cabría proponer hipótesis acerca de las causas de dicha cualidad. Tal vez, de tanto ficcionar aquel escenario éste fuera deteriorando su existencia real; las capas de realidad se fueran diluyendo hasta desaparecer cuerpo y espejo, quedando tan sólo la imagen, la narración. De ser así, uno de los habitantes que mejor lo entendió fue Stanley Bard, director del Hotel Chelsea.
En cualquier caso, como es habitual en este Colectivo, no es nuestra intención aportar respuestas. Nos limitaremos a enumerar aquellas costuras, como diminutas [o descomunales] dislocaciones, que nos delataron la naturaleza ficticia de Nueva York:

- Las hojas de los árboles en el Central Park [el fenómeno descrito se descubrió en dicho parque, pero tal vez ocurra con cualquier árbol de la ciudad]; las hojas, decimos, se mueven sin corresponder la fuerza del viento y de manera descoordinada entre ellas. De tal manera, que puede restar todo el follaje inmóvil mientras una única hoja, en el medio de la copa del árbol, se agita como arrastrada por un huracán.
Además, aquel que corra por el parque lo hará a un palmo del suelo:

- En el metro, de noche, es frecuente oír voces y pasos en los andenes desiertos. Las ratas que cruzan las vías miden dos veces el tamaño idóneo. En una ocasión vimos caer una hoja del techo del andén, como cayendo de un árbol caducifolio.
- En el 2010 dejamos en manos de una niña de 19 meses un rotulador rojo, uno negro, uno azul y uno verde, y una camiseta blanca comprada en el JBP. Éste fue el maravilloso resultado:

Utilizamos esa misma camiseta para asistir, en una pequeña sala del Lower East Side, al concierto de un cantautor/jugador del “Dangeons & Dragons”, que decidía el repertorio mediante el lanzamiento de un dado de 20 caras, característico de dicho juego de rol. Entre el público [12 personas en total, contando a los 2 miembros del Colectivo] se encontraba un joven barbudo, que llevaba una sencilla camiseta blanca, pintada de manera idéntica, como una mimesis milimétrica, a la que compusiera en L’Hospitalet aquella niña de 19 meses de edad. Tras descubrir la insensata coincidencia ya no pudimos atender las canciones, y nos limitamos a calcular cuántas tiradas consecutivas obteniendo el número 20 se necesitarían para igualar un azar de tal envergadura.
- El asfalto de la calle 34 oeste, bajo el Empire State, está quebrado de manera idéntica a como se hubiese quebrado de recibir el impacto de una masa de 38 toneladas caída desde lo alto del edificio.
- En un encuesta realizada a los neoyorquinos en septiembre del 2007 [cuyos resultados están expuestos en el “Museo de la Zona Cero”] se les preguntó acerca de quiénes fueron los responsables del atentado en el “World Trade Center”; los porcentajes obtenidos son los que siguen:
69% Los islamistas radicales
7% Los musulmanes
8% Fue orquestado por el propio gobierno de los EEUU
16% Oliver Stone
- En Bedford Av. descubrimos, yaciendo bajo una farola, el cadáver de una bicicleta que tenía pelaje blanco y se estaba pudriendo como un animal muerto.
- En la calle 75, entre la Octava y la Séptima, se alza el edificio de Massive Dynamics; empresa ficticia de la serie televisiva “Fringe”.
- Durante el concierto de los Drums, en un parque de Williamsburg junto al río, anocheció con el sol poniéndose por el Este, tras los edificios de Manhattan. Nadie pareció extrañarse por tal fenómeno; preguntando a uno de los asistentes, el desconocido nos lo resolvió apelando a la estética: “Simplemente, debe formar parte de la actuación”, nos pareció entender.