[Escenario en un Hotel de Benidorm] |
Alguna vez afirmamos en este blog que toda realidad es una
ficción de grado 1. Sí, partimos de la intuición que absolutamente toda
realidad es un simulacro, un escenario.
Dada esta creencia, aplaudimos aquellos lugares y ciudades que
asumen explícitamente su naturaleza virtual; aquellas localizaciones que, lejos
de silenciar las trampas, delatan abiertamente sus ficciones, las exclaman y
las convierten en una virtud, en un orgullo. Como Las Vegas, como los
restaurantes chinos en las ciudades occidentales, como los parques temáticos
del mundo entero, como Dubai. Son simulacros honestos.
Este agosto decidimos venerar 2 de las mayores ficciones
honestas que habitan España; tras visitarlas, les dedicamos las siguientes
fotos y palabras:
1. Benidorm:
El destino de España es Benidorm.
Ahora quieren construir las Eurovegas, pero obvian que ya tenemos
Benidorm, donde cabe todo: bingos dentro de McDonald's; un parque para niños ubicado
mar adentro, a 8 euros la hora; la madre de Belén Esteban como residente todos
los meses del año; Mª Jesús y su acordeón actuando diariamente; o Felipe
González oficiando bodas de manera esporádica.
Es la segunda ciudad del mundo con más rascacielos; a día de
hoy, en plena depresión, siguen construyendo torres gemelas indestructibles. Pero
Benidorm es más inmensa que la suma de sus rascacielos.
Algunas discotecas del paseo marítimo se disfrazan de
modernos clubs ibicencos: gogós masculinos y femeninos, casi desnudos, bailan
en los escaparates. Las familias, los abuelos y los nietos, llenan las aceras
comiendo helados y observando el baile de esos bellos bailarines de piel untada
en aceite.
Nada aquí es creíble. Nadie se cree Benidorm. Pero a nadie
le importa.
Así, sus calles contagian un estado anti-esencialista, casi de
mística democracia.
Todos deberíamos vivir una temporada allí.
[Bingo y Comisión Fallera] |
[Tienda de ropa ibicenca] |
[Bingo y Mc Donald's] |
[Arrebato en Hotel de Benidorm] |
[Playa de Benidorm] |
2. Los
Albaricoques, en Almería:
En la década de los 60 y 70 se produjeron hasta 500
spaguetti westerns, muchos de ellos rodados en los desiertos de Almería. Y fue allí donde Sergio Leone rodó su trilogía del dólar [“Por un puñado de dólares”,
“La muerte tenía un precio” y “El Bueno, el Feo y el Malo”], aprovechando las
inmensas similitudes entre el paisaje almeriense y el cinematográfico oeste
norteamericano.
Aquellas ficciones terminaron por moldear la provincia
española.
Uno de los principales escenarios fue el almeriense pueblo
de Los Albaricoques. Allí, alzada en el arcén de la carretera, hoy recibe al
visitante una metálica silueta de cow-boy.
Hay unas pocas calles habitadas, las
casas son de una sola planta, caladas en blanco. Alrededor, el único paisaje es
el desierto.
Los pretéritos nombres de las calles del pueblo [de santos y
reyes] han sido sustituidos por otros distintos; la calle principal es la calle
Clint Eastwood, también se encuentra la calle Lee Van Cleef o la avenida Sergio Leone.
Sus habitantes han adquirido formas de western: cuatro
hombres, de unos sesenta años, dialogan al sol, parecen planear una intriga. De
repente uno de ellos dice: “Vamos”. Y los cuatro se separan, cada uno se dirige
a su coche, que lo abordan como si fuera un caballo.
No hay gente en las calles. Tampoco turistas.
Sin embargo, queda señalizada una ruta con la que reconocer las
localizaciones clave de las películas que allí se rodaron. Además, se ha
reconstruido alguna de esas localizaciones Por ejemplo, se ha rehecho la plaza
donde se desarrolló el duelo final en “La muerte tenía un precio”.
Para realizar las reconstrucciones, los albañiles se juntaban
cada mañana en la taberna del pueblo, y visionaban en VHS la escena de la
película; con un carajillo discutían los pormenores, que si Clint Eastwood
entraba en escena por el este, que si aquella cúpula no hacía más de 1 metro de
alto. Después replicaban en la realidad el escenario, alzaban aquellas paredes,
construían esas cúpulas; como arqueólogos rescatando un monumento sepultado por
los siglos.
[Conquistando el Oeste almeriense] |
Nombrar la trilogía del dolar y titular una foto "Arrebato en hotel de Benidorm", 10 puntos! Lo demás, por lo menos 9.
ResponderEliminarPor cierto, Benidorm es "Ven y duerme"?
Más que la honestidad por si misma, más que la cualidad de estar presente, lo importante es EL DERECHO de todo simulacro/espectáculo a ser honesto (derecho que no siempre se reconoce). Que luego ejerza o no ese derecho viene siempre condicionado (¿por el público?). Por supuesto que la honestidad presente resulta entrañable, pero no sé hasta qué punto sólo cuando acompaña un defecto para el que mira (o lee).
ResponderEliminarO puede que me equivoque (o nos equivoquemos todos), pues leo sobre los cuatro hombres, de unos sesenta años, que dialogan al sol y no puedo dejar de preguntarme si se están mirando desde fuera, cuando dialogan, como en la tragedia griega de aquellos que van más allá del ya típico mirarse desde afuera cuando follan, de mirarse desde fuera cuando teclean o escriben, o piensan. Mirarse desde fuera y proyectado, proyectiles, cuando lloran porque algo grave ha ocurrido, e interrumpen el lloro a los pocos segundos, a miles de años luz de lo ocurrido.
Guardián, celebramos ese 9!
ResponderEliminarPoliket, entiendo que es importante señalar la posibilidad de que un espectáculo resulte honesto (derecho que desde debord parece estar vetado). Pero también es importante comprobar que ciertos espectáculos ejercen ese derecho.
Sobre lo de "mirarse desde afuera", sería interesante ligarlo con el debate acerca de la pertinencia de la existencia de unas afueras.
Jur, jur... con lo de la honestidad, siempre muy valorada, me dio por pensar que, aplicada a cualquier campo, siempre hay algunos que quizás se la pueden permitir, y otros que quizás no tanto, y ahí seguimos valorándola (y me dio rabia). Con lo de la pertinencia de la existencia de las afueras (ahí si que diste fuerte) y la posición desde la que uno se mira me has dejado roto. A ver si arreglo el entuerto:
ResponderEliminarDesde aquella entrada, sigo creyendo que el afuera es producto del tiempo, más que del espacio, y el mirarse desde afuera no sería, por lo tanto, más que verse desde otra posición diferente de la que te ves normalmente (eso que han dado en llamar Yo y que no son más que relaciones). ¿Raro? No, momentos de "alienación" (¿?) dentro del espectáculo en los que dejas de ser protagonista (que no sujeto) para verte como objeto... y ver que, en el espectáculo, sólo y siempre eres eso.
.. vamos, que no eres sino que pareces sólo. Y que ni llorar puedes.
(me puse trágico) :-o