En ocasiones las ficciones nos miran fijamente, nos dan cabida en su
espacio.
Se borra la barrera entre nuestro simulacro cotidiano y el
simulacro contenido en ese libro, en esa película, en ese videojuego. Y ahí
estás de repente, como cuando Augusto Pérez y Miguel de Unamuno se encontraron;
mirando fijamente a los ojos de esa ficción que estás fundando, que te está
fundando. En ocasiones el intercambio es de apariencia amable: la ficción nos
sonríe, ladea la cabeza, coloca con suavidad los brazos en jarra. Pero es pura
apariencia: no puede haber amabilidad ni jocosidad en ese gesto. Pues es un
parto, y todo alumbramiento llega con dolor, desgarro y sangre; aunque también
conlleva, es cierto, conocimiento, y como es bien sabido, todo conocimiento
comporta, finalmente, la felicidad.
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["Luz de luna" (1989)
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Lo que para mi es inconcebible que pase es que cuando nos miran con ese desparpajo, con ese descaro de Mónica en toda la peli, no haya un grupo de policías que reduzca esa imagen que me ha mirado así, rompiendo en ese preciso instante las normas, el pacto tácito que habíamos (fir/fil)mado.
ResponderEliminarLa aparente amabilidad (o no) en el cómo nos miran, al menos en mi caso, viene determinada por lo que leo en sus ojos que no es que me estén pidiendo, sino que directamente me exigen (y lo hacen siempre).
Apartamento para tres... divine
ResponderEliminarpoliket: supongo que la policía que reclamas es aquella que pone fin a "Los caballeros de la mesa cuadrada". La policía de la ficción.
ResponderEliminarJosé Miguel: que cortinilla de entrada tiene la serie. Una maravilla.