miércoles, 24 de abril de 2013

Los agujeros negros [I]

[ilustración realizada por Xero Fernández]



              Colectivo juan de madre ama a Stephen Hawking.
Stephen Hawking (S.H) es una suerte de mad doctor de película de serie B. Su cuerpo desvalido está incrustado en una máquina mediante la cual camina y habla. S.H es solo pensamiento. Un pensamiento extraño, alejado del canon científico. Tanto la mente como el cuerpo de S.H habitan el margen. S.H es un científico Punk.
Afirma poseer, por ejemplo, la demostración matemática de la inexistencia de Dios.
Antes, anunció conocer el método para construir una máquina del tiempo.
Ya en la década de los 70, alcanzó la fama con una hipótesis polémica: existen, dijo, unos agujeros negros que desgarran el tejido del universo y engullen toda materia que se interponga a su paso, incluida la luz. La teoría alzó las sospechas de la comunidad científica: según su propia definición, los agujeros negros eran indetectables. Ningún método directo podía demostrar su existencia. Por lo tanto, la hipótesis de S.H se presumía de naturaleza acientífica.
Pero S.H señaló la manera de comprobar la veracidad de su propuesta, les dijo a los cosmólogos que dejaran de mirar directamente las galaxias, y se fijaran por un instante en la oscuridad. Alrededor de esa nada, les dijo, veréis que los cuerpos celestes bailan; atraídos y manejados por el más absoluto vacío. Esa nada, que maneja el devenir de los movimientos de las constelaciones, son los agujeros negros.
Fue una teoría conceptualmente revolucionaria. Pareja al acto de exponer un retrete en un museo, o a la de componer una partitura con cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Atender el margen, ocuparse de aquello que camina por la frontera de lo pensable, pero que maneja nuestros pensamientos.

Ahora entendemos que nuestra vocación principal durante la escritura de “La insólita reunión…” fue la de dar noticia de la existencia de un inmenso agujero negro en la historia de nuestra ciudad y de nuestra historia de la ciencia:
dar voz al olvidado físico toledano Ricardo Zacarías.

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