El monstruo está devaluado
Con
esta afirmación, a modo de sentencia, inició ayer martes la conferencia
inaugural del MOT el escritor Albert Sánchez-Piñol. El festival ha tomado como
eje temático el género de la literatura fantástica en su primera edición. Y
como no, nos vimos moralmente obligados a asistir.
Bajo
el título de la conferencia, “Els Monstres Fantàstics d’Avui”, el antropólogo
de formación y escritor de profesión departió con los asistentes a lo largo de
una hora sobre la evolución del concepto monstruo.
¿Cómo
pueden los niños y niñas de doce años ver series sobre monstruos en canales
infantiles, y reírse con ellos mientras comen piruletas con forma de corazón? Un monstruo debe dar miedo, en el momento que pierde ese
efecto dejamos de hablar con propiedad de la monstruosidad. Cuando una película
habla de relaciones difíciles de pareja, por mucho que uno de los miembros sea
una criatura sobrenatural, tampoco estamos hablando de monstruosidad. Estas
palabras, reproducidas lo más exactamente que nuestra capacidad de retención
nos permite, sirvieron como preámbulo a una larga disertación sobre el tema.
Empezó
hablando de Barrio Sésamo para ilustrarnos sobre las categorías (cerca-lejos,
mucho-poco) y así pasar a entender la creación de las primeras criaturas
monstruosas como “uniones de categorías imposibles”, explicación ejemplificada
con las sirenas (mujer-pez) o los héroes (Dios-humano) y evocó el Poema de
Gilgamesh de la mitología sumeria como el primer texto de la historia de la humanidad
que hablaba sobre el tema, para luego pasar a citar varias criaturas de la
mitología grecorromana (minotauro, cíclope, medusa) que seguían el mismo
patrón.
Tras
ello nos ilustró sobre el “miedo a lo desconocido” hablando de los antiguos
mapas cartográficos donde, en cada región o lugar inexplorado, se dibujaba una
criatura terrible, temible y legendaria. Éste, junto al anteriormente
mencionado sistema de cruce de categorías, fue el elemento dominante a lo largo
de gran parte de la historia de la humanidad para seguir coexistiendo con la
monstruosidad, con el otro, con lo desconocido, una idea que se fue repitiendo
a lo largo de toda la conferencia.
Un
salto temporal nos situó en la época de los avances tecnológicos y el discurso
de Foucault sobre la ciencia y el encierro; la creación de lugares cerrados
donde controlar, de forma panóptica a los demás, sirvió a los literarios del
momento para crear nuevos imaginarios en los que la monstruosidad tuviera
cabida: mansiones encantadas, mundos imaginarios, lugares inhóspitos… la
mitología perdió cierta fuerza para dar paso a nuevos campos de investigación
repletos de agujeros negros y donde, por supuesto, el monstruo siempre tuvo y
aún hoy en día tiene cabida.
El
final de su repaso al concepto de la monstruosidad se centró en lo que él llamó
“el monstruo postmoderno, el que no da miedo por cómo es sino por las acciones
que lleva a cabo”. Utilizó sus conocimientos de antropología e historia para
hacernos partícipes de estudios realizados en los campos de presos nazis
durante la Segunda Guerra Mundial, donde los prisioneros de guerra alemanes
discutían acerca de la gravedad de haber violado a mujeres no por el hecho en
sí, sino por la circunstancia de que se trataba de mujeres judías. En ese
instante el poniente se quitó por completo la máscara de escritor para dar
rienda suelta a su pasión hacia la antropología, y mediante la narración de
varias experiencias vividas por él durante sus años de estudio de campo en el
continente africano nos explicó como el marco de referencia, ese conjunto de
patrones culturales bajo el que hemos sido educados y que marca de forma atroz
el cómo percibimos el mundo y los seres que nos rodean, es el culpable de
nuestros monstruos ocultos.
A
modo de conclusión, algunas de las preguntas que Sánchez-Piñol lanzó a los asistentes:
¿Por qué los niños siempre sitúan al monstruo en los lugares oscuros como el
armario o debajo de la cama? ¿Por qué los mass media y los gobiernos intentan
minimizar el concepto del enemigo hasta considerarlo un perfecto desconocido?
¿Por qué nos cuesta aceptar que nuestros allegados y personas queridas puedan
realizar acciones monstruosas?
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