jueves, 22 de mayo de 2014

El monstruo está devaluado





El monstruo está devaluado




               Con esta afirmación, a modo de sentencia, inició ayer martes la conferencia inaugural del MOT el escritor Albert Sánchez-Piñol. El festival ha tomado como eje temático el género de la literatura fantástica en su primera edición. Y como no, nos vimos moralmente obligados a asistir.
Bajo el título de la conferencia, “Els Monstres Fantàstics d’Avui”, el antropólogo de formación y escritor de profesión departió con los asistentes a lo largo de una hora sobre la evolución del concepto monstruo.
¿Cómo pueden los niños y niñas de doce años ver series sobre monstruos en canales infantiles, y reírse con ellos mientras comen piruletas con forma de corazón? Un monstruo debe dar miedo, en el momento que pierde ese efecto dejamos de hablar con propiedad de la monstruosidad. Cuando una película habla de relaciones difíciles de pareja, por mucho que uno de los miembros sea una criatura sobrenatural, tampoco estamos hablando de monstruosidad. Estas palabras, reproducidas lo más exactamente que nuestra capacidad de retención nos permite, sirvieron como preámbulo a una larga disertación sobre el tema.
Empezó hablando de Barrio Sésamo para ilustrarnos sobre las categorías (cerca-lejos, mucho-poco) y así pasar a entender la creación de las primeras criaturas monstruosas como “uniones de categorías imposibles”, explicación ejemplificada con las sirenas (mujer-pez) o los héroes (Dios-humano) y evocó el Poema de Gilgamesh de la mitología sumeria como el primer texto de la historia de la humanidad que hablaba sobre el tema, para luego pasar a citar varias criaturas de la mitología grecorromana (minotauro, cíclope, medusa) que seguían el mismo patrón.
Tras ello nos ilustró sobre el “miedo a lo desconocido” hablando de los antiguos mapas cartográficos donde, en cada región o lugar inexplorado, se dibujaba una criatura terrible, temible y legendaria. Éste, junto al anteriormente mencionado sistema de cruce de categorías, fue el elemento dominante a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad para seguir coexistiendo con la monstruosidad, con el otro, con lo desconocido, una idea que se fue repitiendo a lo largo de toda la conferencia.
Un salto temporal nos situó en la época de los avances tecnológicos y el discurso de Foucault sobre la ciencia y el encierro; la creación de lugares cerrados donde controlar, de forma panóptica a los demás, sirvió a los literarios del momento para crear nuevos imaginarios en los que la monstruosidad tuviera cabida: mansiones encantadas, mundos imaginarios, lugares inhóspitos… la mitología perdió cierta fuerza para dar paso a nuevos campos de investigación repletos de agujeros negros y donde, por supuesto, el monstruo siempre tuvo y aún hoy en día tiene cabida.
El final de su repaso al concepto de la monstruosidad se centró en lo que él llamó “el monstruo postmoderno, el que no da miedo por cómo es sino por las acciones que lleva a cabo”. Utilizó sus conocimientos de antropología e historia para hacernos partícipes de estudios realizados en los campos de presos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, donde los prisioneros de guerra alemanes discutían acerca de la gravedad de haber violado a mujeres no por el hecho en sí, sino por la circunstancia de que se trataba de mujeres judías. En ese instante el poniente se quitó por completo la máscara de escritor para dar rienda suelta a su pasión hacia la antropología, y mediante la narración de varias experiencias vividas por él durante sus años de estudio de campo en el continente africano nos explicó como el marco de referencia, ese conjunto de patrones culturales bajo el que hemos sido educados y que marca de forma atroz el cómo percibimos el mundo y los seres que nos rodean, es el culpable de nuestros monstruos ocultos.
A modo de conclusión, algunas de las preguntas que Sánchez-Piñol lanzó a los asistentes: ¿Por qué los niños siempre sitúan al monstruo en los lugares oscuros como el armario o debajo de la cama? ¿Por qué los mass media y los gobiernos intentan minimizar el concepto del enemigo hasta considerarlo un perfecto desconocido? ¿Por qué nos cuesta aceptar que nuestros allegados y personas queridas puedan realizar acciones monstruosas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario