Nadie entendía a la pequeña Noelia. Y es que la pequeña Noelia estaba muy triste, pero no por los motivos que sus familiares consideraban oportunos. Noelia era bajita para sus seis años, también algo gorda, llevaba un parche en el ojo izquierdo y unas impertinentes gafas de color fucsia. Nadie se fijaba en Noelia, y si alguien lo hacía, era para mofarse; la pobre Noelia.
Asistió al juicio como testigo ocular, pero finalmente ni el fiscal hizo uso de su testimonio. Y ella terminaba las sesiones con los brazos en cruz y llorando desconsoladamente; su tía la acogía entonces en su regazo, creyendo que Noelia estaba arrebatada de tristeza al ver a sus tres hermanas explicar aquellas atrocidades sobre su padre.
Noelia observaba con íntima atención cómo Jennifer, su hermana de diez años, señalaba en una muñeca de trapo los sitios donde su padre la había acariciado, casi cada noche, desde que tenía uso de razón hasta el pasado mes; y Noelia se llenaba de un dolor implacable. Lo mismo con sus hermanas Marta y Lucía. El padre fue declarado culpable, y se le condenó a veinte años de cárcel.
A las puertas del tribunal se juntaron toda la familia, para celebrar de alguna manera aquella justicia. Pero Noelia no estaba alegre, Noelia no podía parar de llorar, moqueándose la boca y el antebrazo de su chaqueta. Entre ahogos se acertaba a entender que no quería vivir nunca más con sus tres hermanas. Su tía le buscaba consuelo, y le explicaba que su padre era un hombre malo, y que estarían mejor sin él, que vivirían con sus primos, y que todo iría bien. Nada aliviaba el drama de Noelia; y su hermana Jennifer, que la conocía mejor que nadie, acertó; señalándola con el brazo extendido, en un gesto de rabia y orgullo, le dijo aquello de: “Tú lo que tienes es envidia cochina”.
El relato es duro de cojones, refleja un aspecto real de los críos que se mueven por egocentrismo emocional y en efecto, podría darse una situación como esta, pero joder, es duro de cojones. (Excuse my language)
ResponderEliminarY que le quiten a Noelia, los de siempre, el resto, su derecho a sentir una profunda envidia
ResponderEliminar... que el resto ya seguiremos parapetándonos en el siempre, presente, son cosas de críos.
Esas cosas de críos, sí, que son más puras para lo bueno y para lo malo que las cosas de los mayores: la envidia original, etc. Genial el cuento. ¿Hay algo peor que ser ninguneado por un monstruo?
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios, se los haré llegar a la pobre Noelia.
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