Una noche, por una Barcelona lluviosa, encontré la funda de un paraguas tirada por el suelo. A los cien pasos, dos callejones más allá, encontré otra funda. Después una tercera. Decidí, en ese momento, que abandonaba la ruta que debía llevarme al bar donde había quedado con los colegas, y que obedecería a pies juntillas ese sendero de fundas de paraguas; a ver dónde me llevaba.
Tras ser guiado por no menos de una docena de fundas abandonadas, me encontré en la puerta del bar Marsella; que era mi destino primero.
Tal y como lo explico, ocurrió.
El destino es fatal...
ResponderEliminarY qué poco cívicos en Bcn, ¿no hay papeleras o qué?
ResponderEliminarlamento no poder estar del todo de acuerdo con ninguno de los dos:
ResponderEliminar- El destino siempre es honesto y brillante. En este caso más; la absenta del Marsella es pura gloria. Ojalá un día la compartamos, Joe.
- Sí, en Bcn somos poco cívicos; pero ojalá aún lo fuéramos mucho menos.
Gracias por pasaros a charlar por aquí.
esa ruta da para mucho más... para convertir este micro en relato... y ese relato en cuento, y ese cuento en novela corta, para crear luega una generación funda de paraguas... tipo generación nocilla, pero con hidrofobia en vez de hidrofilia.
ResponderEliminarSaludos Colectivo.
Muy bueno.
Jaja! Esperemos que no, que no se funde ninguna generación con fobias de ningún tipo!
ResponderEliminarGracias, vloj. Un saludo.