lunes, 20 de febrero de 2012

2357410553456485636

[1965/1 - infinito. Obra de Roman Opalka que será descrita en el siguiente post]
 
          Digamos que antes tenía un nombre más o menos al uso. Siempre nos habíamos referido a él utilizando el apellido de un famoso kick-boxer belga. Bien, resultaba un alias un tanto incómodo, sobre todo para ser presentado en según qué círculos o circunstancias [eventos literarios o funerarios, por ejemplo]; pero, al fin y al cabo, era un nombre como cualquier otro, formado por sus 8 letras [aunque una de ellas repetida, la “m”, en concreto; pero eso tampoco es nada extraordinario, si se atiende bien el asunto]. La cuestión es que todos asumíamos sin reparos aquél alias, llegamos incluso a olvidar su nombre bautismal; cuando este fin de semana nos ha dicho, con absoluta seriedad, que a partir de ahora lo llamemos: 2357455341056485636.
El drama se venía anunciando desde hace unos meses [tal vez, desde que nació]. 2357455341056485636 siempre mostró una inusitada capacidad para manejar y memorizar cifras. Por ejemplo: recordaba el número de los teléfonos fijos y móviles que habían tenido a lo largo de su vida cada uno de sus conocidos, hasta los contactos más esporádicos; eran 8343 cifras en total, sin necesidad de agenda, lo cual resulta, bien mirado, de lo más extraño. Esa habilidad, recientemente, empezó a desbordarse. Memorizó cifras que apenas ojeó una vez: el número completo de una tarjeta bancaria ajena, el código de una llave de coche extraviada, cada uno de los números citados en la película Pi con un único y desatento [aburrido] visionado. Alguna serie numérica se le aparecía de repente, dentro de su cabeza, sin conocer el origen; después, con suerte, descubría que aquella serie se correspondía a la pauta de matrículas de los coches adelantados durante el trayecto en la autovía una mañana de la semana anterior; o, tal vez, el resultado en los dados de todas las tiradas realizadas durante una partida de rol que dura ya 10 años y medio. Dice que conoce cifras que aún están por asignar, o por suceder. Así lo dijo: “Igual las estoy prediciendo. A piñón”.
Planea un nuevo lenguaje, en el que no harán falta las letras, tan solo el número de letras que tiene cada palabra. No sabemos qué será de 2357455341056485636. Tampoco conocemos que significa su nuevo nombre; no hubo manera, no nos lo ha querido descifrar. Bien, nos conformamos.

4 comentarios:

  1. Que complicado que es el género humano, y más aún dentro de dicho género el grupo de aquellos que cambian de nombre periódicamente... gran microrrelato (¿se escribe así?) Colectivo!! Podrían ser esos números unas coordenadas?

    Burdelito's Homeless

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  2. Me ha recordado a algunas entradas del libro "Sin noticias de Gurb", de Eduardo Mendoza, que leí ayer. La imprecisión de los terrícolas y sus palabras.

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  3. Burdelito's Homeless: tú bien conoces al individuo humano aquí citado; pero justo cuando nos realizó la petición, el domingo a la vuelta en el coche, tú ya no estabas presente.

    Javier Palencia: curiosa referencia; sí, puede ser que 2357455341056485636 tenga algo de mentalidad extraterrestre. Yo, en cambio, entiendo que las palabras terrícolas son pasmosamente certeras... bueno, igual no.

    Abrazos a ambos.

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  4. Sé lo que pretendes, no sé si sucederá o no pero con 19 cifras(malditos números primos xDD)me lo pones un poco jodido, no por ser muchas sino pq me falta 1 para q sea mas facil :P

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