lunes, 6 de mayo de 2013

Tríptico Linde. los agujeros negros [III]

[Tríptico Linde. Portadas e ilustraciones interiores por Fidel Martínez]


Cena en el apartamento de BURROUGHS
Boulder, 1977

BOCKRIS: ¿Por qué crees tú que la literatura va aún detrás de la pintura?
BURROUGHS: No hay ningún invento que haya obligado a los escritores a moverse, algo que se corresponda con la fotografía, que obligó a moverse a los pintores. Hace cien años andaban pintando vacas en la hierba (pintura representativa) y parecían justamente vacas en la hierba. Pero, claro, la fotografía podía hacerlo mejor. Yo creo que un invento que seguro eliminaría un tipo de escritura sería una grabadora que pudiese grabar lenguaje subvocal, el llamado flujo de conciencia. […] Si pudiese grabar lo que piensa alguien, no tendría ninguna necesidad de interpretar.
 
[Ilustración de "Cinco canciones de cuna"]
El Tríptico Linde, escrito por Fco. Javier Pérez o Francisco Jota-Pérez [F.J.P] sería, probablemente, uno de los movimientos que tomaría la literatura si se llegara a construir la máquina propuesta por William Burroughs. El gesto de F.J.P es el de aquellos pintores de finales del XIX que descubrieron inútil seguir trabajando retinianamente. Ni aquellos creadores, ni este F.J.P, escapan de la realidad. Ni mucho menos. De hecho, se enfrentan a sangre contra lo real. Pero entienden que, allí donde nuestra retina solo distingue “vacas en la hierba”, en realidad confluyen una serie infinita de capas y nudos que desentrañar.
 “Desde que existe la modernidad como tal, la única obligación del escritor es ser fiel a la realidad, sea lo que sea ésta en cada época. Llamamos literatura a ese esfuerzo por el que el escritor intenta mantenerse, desde un código tan antiguo como el literario, a la par de los desarrollos más avanzados de la cultura, la sociedad, la economía, la política, las modas y las tecnologías. Este es el único criterio de contemporaneidad del escritor. Lo que llamaríamos su talento específico, si se prefiere. El problema que la realidad planteaba a los escritores en la historia no era otro, en resumen, que el de su responsabilidad en el modelo de realidad al que daban crédito y reconocimiento en sus creaciones, adscritas de antemano a un modelo ideológico de representación más o menos consensuado con la sociedad.”
Para aquel que considere certeras las anteriores palabras, F.J.P es un autor absolutamente contemporáneo y consciente de su responsabilidad en el modelo de realidad al que da crédito. Sería, por lo tanto, uno de los autores más contemporáneos [que tenga constancia este Colectivo] en la actual escena literaria española.
 
[Ilustración de "Orígenes del lodo"]
La problematización de la realidad aparece ya en sus primeras obras [como la antología de relatos Dionisia Pop! (2008) o en su primera novela Hierático (2010); ambas con Grupo Ajec]; pero es con la trilogía publicada con Aristas Martínez, compuesta por “Cinco canciones de cuna”, “Orígenes del lodo” y “Ciencia Raíz”, donde F.J.P construye un margen completo, unas afueras que abarcan miríadas de realidades y que apenas requieren de referentes transitados por otros. En estas tres novelas jamás se asume o se distingue ningún tipo de dualismo [y este es un gesto radical, que las aleja de la decimonónica “Alicia en el país de las maravillas” o la conceptualmente rancia “Matrix”]. En la obra de F.J.P no hay un puente que separe dos hábitats: el real y el otro [y si hay alguna referencia a un “más allá”, anhelado por alguno de los protagonistas, ni el lector –ni los protagonistas- comprobarán la existencia de ese otro lado]. Aquí todo es real, todo es simulacro; con lo que ambos conceptos pierden el sentido que cierto poder ha consensuado.
En la primera novela de la trilogía, “Cinco canciones de cuna”, la prosa se desarrolla en un hospital aislado, rodeado por una niebla negra inescrutable. “Orígenes del lodo” ocurre en una fábrica o fundición de tierra habitada por golems de barro y mente. Y los personajes de “Ciencia Raíz” habitan un estudio de grabación en un Arrabal gitano. Cada una de las recreaciones [pese a ser novelas auto-conclusivas] se pueden comprender como una unidad literaria, cuyo motivo común es la construcción lingüística de tres no-lugares. Unos no-lugares que se alejan del concepto original de Augé, para evocar, sin embargo, la fundacional Comala de Juan Rulfo.
Sitios donde, de alguna manera, se apela más a una cosmovisión blakeiana que a un entendimiento cartesiano. Los textos de F.J.P no son acertijos, por lo tanto no pueden catalogarse de fáciles o difíciles: no cabe tal distinción. Eso sí, son caóticos en la medida que lo es la realidad; son románticos y anti-románticos a la vez [según definieron el romanticismo Deleuze y Guattari]; no contienen meta-literatura, o no la contienen más que un perro hambriento olfateando el ano de un gato  muerto;  no son una ventana sino un órgano que ha de crecerte en las vísceras mientras lo lees; no son una célula sino un tumor; son una formulación alquímica; son un escupitajo en el ojo de un cadáver; son un golem bello; son una nieta pariendo a su propio abuelo; son una casucha flotante que se abate despacio, despacio, despacio y se posa en el exoesqueleto aún humeante de la hormiga aniquilada en el laberinto. Gé maniobra el timón de tal modo que las vigas desajadas que antes anclaban su nave al patio trasero de la casa de los Hijos de Martin Gala encajen en las heridas de espada y las heridas de bala abiertas en lo que será su nuevo medio de transporte; las cadenas que antes colgaban ahora se ajustan al abdomen del insecto. El exoesqueleto, con la casucha por cabeza, tripulado por Gé, se alza, da un paso, cinco pasos, diez, y trota fuera del depósito de chatarra, desandando el rastro de desolación que él mismo ha creado, regresando al arrasado patio de las bobinas. Llegados allí, Gé manda descansar a su montura, se escurre por el ojo de buey y desembarca, localiza de memoria la glándula metapleural en el pecíolo del exoesqueleto y, hundiendo ambas manos en el orificio a través del que se accede a ella, la extrae, se echa en posición fetal, acomodando la glándula reseca y marchita, dorado mate, entre su regazo y sus pechos, y la incuba, buena matrona, buena matrona, buena matrona de monstruos [“Ciencia Raíz”, pág.80].         
[Ilustración de "Ciencia raíz"]

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