A través del libro “El hombre que amaba a las niñas” [La
Felguera Editores, 2013] conocemos que Lewis Carroll jamás leyó “La Divina
Comedia”. O así se lo cuenta Carroll a Edith Blakemore en una de las cartas.
Este es el pasaje:
“Eres una chica afortunada y tengo tendencia a envidiarte porque
dispones de tiempo para leer a Dante. Nunca he leído ni una sola página de su
obra. Sin embargo, estoy seguro que La Divina Comedia es uno de los libros más
fabulosos del mundo aunque no estoy seguro si su lectura elevaría una vida y le
daría un propósito más noble o simplemente es una magnífica delicia poética”.
Al leer estas líneas se nos abrieron dos posibilidades: o
Carroll miente, para ocultar una de sus máximas influencias, o dice la verdad y
solo el azar explica los paralelismos entre la obra de Dante y los dos relatos
sobre Alicia. Ambas opciones iluminaban una misma idea: “La Divina Comedia” y “Alicia
en el país de las maravillas” junto a “Alicia a través del espejo”, son la
misma obra, escritas en siglos distintos. Sabemos que esta es una postura
radical.
Pero, si atendemos la hipótesis que nuestro compañero Albert
Tort desarrolló en una carta [incluida en “El libro de los vivos”], según la
cual toda “La Divina Comedia” era un acto de amor por parte de Dante, una
herramienta poética con la que reencontrarse con la niña-amada Beatriz. Y, a la
vez, recordamos la relación que establecieron Alicia Liddell y Lewis Carroll a
través de la narración oral de esa extravagante historia, donde la pequeña
Alicia desciende a un submundo donde jamás habrá de crecer. Entonces es fácil
afirmar que, si aquellas no son la misma obra, al menos las motivaciones de
ambas escrituras sí que fueron idénticas; y las estructuras e imágenes
utilizadas por ambos en su literatura, son lógicamente simétricas.
[En el artículo “Dante Alighieri, Lewis Carroll y Michael
Jackson”, incluido en “La insólita reunión de los 9 Ricardo Zacarías”, ya
señalábamos los paralelismos vitales entre Dante y Carroll; dos espíritus
afines enfrentados a dos códigos morales distintos. Sin embargo, por alguna razón, no atendimos
entonces la aún más evidente similitud entre las obras magna de ambos. Solo la
lectura del pasaje arriba transcrito nos evidenció la cuestión aquí tratada.]
Dicen que La divina comedia es el libro que más gente ha dejado a mitad.
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