lunes, 23 de agosto de 2010

Iván Zulueta: el último místico español (Primera parte)


      Pablo es el narrador de la película “Arrebato”. Pablo es todos los seres humanos [tal vez, como todo ser humano]. Pablo es Syd Barret; también, en ocasiones, es el pintor José Pérez Ocaña; es McNamara y Almodóvar; cuando graba su voz, su voz es la de Joe Crepúsculo; es Robert Smith; es Eduardo Manostijeras; es Cobain; también Nosferatu; es William Burroughs; a veces, incluso, es Sid Vicius; pero Pablo, sobre todo, es Iván Zulueta, autor de la película.
“Arrebato” puede considerarse, por lo tanto, un testimonio autobiográfico; son las confesiones de un místico contemporáneo. Esta impresión se ve corroborada por unas declaraciones de Marta Fdez. Muro, actriz de la película, que realizó para el documental “Arrebatos”. Marta dice así:
“Yo le decía: Iván, ¿Cuál va a ser el eslogan de la película, cómo va a ser el cartel? Iván me contestaba: ‘Mira Marta, habría que decir: vivo sin vivir en mí / y tanta dicha espero / que muero porque no muero’. Y yo reía como una loca. […] Yo pienso que tiene que ver con esto […] Yo creo que eso tiene que ver con una visión de Iván de las cosas, que es un poco como que aquí hay una realidad, que no está mal, que está bien, pero que, del otro lado, hay una realidad, que puede estar mucho mejor”.

El infortunio narrado por Pablo en “Arrebato” predice el infortunio de Zulueta. Es una autobiografía prospectiva; Zulueta nos explicó lo que estaba por venirle, no aquello que ya vivió. Tal proeza, no la es para un místico. En los místicos [así lo narra Pablo, o Zulueta] el tiempo se fuga, se detiene, se multiplica, retrocede. La búsqueda de esa epifanía, del éxtasis [aquí llamado “arrebato”] resulta ser la obsesiva causa de Zulueta. En la película lo describe en dos ocasiones, de las siguientes maneras:

“Dime, ¿cuánto tiempo podías llegarte a pasar mirando este cromo, y éste, te acuerdas? ¿Y esto? ¿Y este otro? Años, siglos, toda una mañana, imposible saberlo; estabas en plena fuga, éxtasis; colgado en plena pausa. ¡Arrebatado!”.

“…las velocidades se sumaban, restaban, multiplicaban. Tantos ritmos, todos distintos, nunca vistos por mí, sí presentidos. Eran los de siempre, en realidad, solo que a favor, no en contra. El caso es que ahora los sentía, ocurría. En todo descubría tesoros y con cualquier cosa me agarraba el éxtasis”.

Para alcanzar dicho estado, Zulueta se ayudará de la cámara de grabar, de la cámara fotográfica, de la heroína. El éxito público, la vida en Madrid, admirado por su brillante película, alejan a nuestro santo de la gracia del éxtasis; así que huye a su tierra natal, a su casa materna. Sigue los pasos de su personaje Pablo. Se convierte en un niño de cuerpo adulto, cuidado por su madre, que anhela encontrar en la filmación de las hiedras ese instante totalizador, eterno. El arrebato.

3 comentarios:

  1. Yo no sé si estoy completamente seguro de tildar de "infortunio" lo que le acontece al protagonista de Arrebato (¿para el que lee?; ¿para el que queda?). En cualquier caso la película es tremenda; y, con ella, su supuesto y arrebatado autor. Espero con ansia la segunda entrega del especial a Zulueta por parte del Colectivo.



    Mientras tanto, Leo es pardo: http://www.youtube.com/watch?v=3gqoaztRQFI

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  2. Sí, lo de infortunio es relativo... si el final no es trágico, sí que nos lo parece el camino. La incapacidad de hallar el arrebato, la plenitud, en vida.

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  3. El lo que tiene el encuentro con lo liso. No se suele volver indemne.

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