jueves, 4 de noviembre de 2010

Edgar Allan Poe y la literatura Pulp

[Este relato fue incluido en el número 103 de la revista digital "miNatura"]
 


Pulp n. 1 Masa de materia blanda, húmeda e informe.
2. Revista o libro, que contiene material sensacionalista, característicamente impreso en papel basto, no refinado.

           Es de sobras conocido que Edgar A. Poe quería ser un buen poeta; los relatos le sacudían como un mal menor; los cuentos macabros que componía sin esfuerzo lo alejaban del público selecto que él anhelaba. Quiso legar una fórmula matemática con la que componer brillantes versos, pero fracasó; triunfó, en cambio, como ningún otro escritor, erigiéndose como referente inequívoco de al menos dos géneros literarios: el del misterio policíaco y el del terror gótico.
Las técnicas, las atmósferas, los escenarios, el ritmo narrativo, todo está ya en los cuentos de terror de Edgar Allan Poe. H.P Lovecraft o Gaston Leroux lo plagian hasta la saciedad, puede que Poe no se enorgulleciera de tales alumnos; a un lector hedonista, sin prejuicios, en cambio, no le queda más remedio que celebrar el fecundo legado que ha generado el escritor de Nueva Inglaterra.
Entre la ingente cantidad de obras deudoras de Poe encontramos, como una mina de oro apenas explorada, los relatos macabros y sangrientos que ocuparon las páginas de decenas de revistas en Norteamérica durante las décadas de los treinta y los cuarenta del pasado siglo. Folletines mal editados, concebidos para su uso popular, instantáneo. La editorial Valdemar, contradiciendo el destino primero de esa literatura, editó el pasado año un cuidado volumen con una exquisita selección de textos procedentes de diversas revistas Pulp. Desde el relato que da título a la antología, “Los hombres topo quieren tus ojos”, hasta la última de las narraciones incluidas, evocan las directrices que casi cien años atrás dictaba inconscientemente Edgar A. Poe.
En revistas como “Weird tales”, “Thrilling Mystery”, “Horror Stories”, “Terror Tales” o “Dime Mystery” circularon Robert E. Howard, John H. Knox, William Irish, E. Hoffmann Price, y sus relatos conservan ese protagonista que narra en primera persona unos hechos terroríficos, enloquecedores, de los que, en último término, puede escapar, salvar su cordura, y explicarnos así la desventura que padeció. Modernizaron los escenarios, fundaron el gore, y erotizaron hasta rozar la pornografía los personajes femeninos, pero ¿cómo no reconocer, en esas páginas de folletín para adultos, el péndulo afilado sobre el condenado; las obsesiones por un entierro prematuro; la caja oblonga; la decadencia de los Usher; el hipnotismo de Valdemar…? Una maravilla de herencia que pocas ciudades conservan en sus bibliotecas; ya que durante mucho tiempo, tal y como le sucediera a Quijote con su colección de libros, se consideró que el destino de tales textos no era la Historia de la Literatura, sino el fuego o la basura.

Bibliografía:
- “Los hombres topo no quieren tus ojos y otros relatos sangrientos de la Era Dorada del Pulp”, Jesús Palacios, ed. Colección Gótica, Editorial Valdemar. (2009)
- “El blog ausente”: http://absencito.blogspot.com/

1 comentario:

  1. Gran artículo.

    Sin duda hay gente que "se muere" por conseguir algo, y no es hasta que realmente ha muerto que consigue lo que ansiaba. Esperemos que el colectivo no sea un nuevo caso de estos...

    Un cliente del Burdelito

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