Se conoce que los pacientes que son remontados de un paro cardíaco, mediante un desfibrilador, padecen minúsculas secuelas permanentes en su tejido neural. Así se explica en el libro “Sobre lo verdadero, lo bello y el bien” [citado AQUÍ el 27 de abril].
De manera muy simplificada, se podría decir que la corriente eléctrica emitida por el desfibrilador anula viejas rutas neuronales y genera otras nuevas; sobre todo a nivel prefrontal y área de broca [encargada del lenguaje].
Como consecuencia de esas conmutaciones, los individuos, tras ser intervenidos en un paro cardíaco, presentan pequeñas variaciones de comportamiento y/o personalidad. Al parecer, son muy breves cambios, que pueden pasar completamente desapercibidos. Diminutas rutinas. En un caso, el paciente dejó de despedirse con la fórmula “hasta luego”, para utilizar el “adiós”; otro dejó de fumar Winston para consumir Fortuna; uno cambió el sentido ideológico al ejercer su derecho a voto. Raras veces las permutas son más evidentes: un radical del Olimpique de Marsella renegó del equipo para hacerse seguidor del Paris Saint-Germain.
Sorprendentemente, el libro esquiva la siguiente conclusión:
Las divergencias son estrechas, pero vertiginosas; ya que conducen a cuestionarse si los regresados son el mismo individuo que padeció el paro cardiaco. Cabe preguntarse, por tanto, si esas personas son la misma persona, con breves diferencias; u otra persona, casi idéntica a la anterior.
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