En 1976, el anciano Luc Dorin realizó su
tesis doctoral de filosofía en la Escole Normale Supérieure de París. Su objeto de
estudio: la invención del orgasmo masculino. Proponía en su tesis la necesidad
de atender el placer sexual masculino, de manera pareja a como se había
batallado desde el feminismo para reconocer las capacidades sexuales de la
mujer. Argumentaba en su tesis que la asociación eyaculación-orgasmo era casi
exclusiva de la tradición judeo-cristiana. “El 78% de los sujetos franceses (hombres)
entrevistados nunca han considerado las intensidades del placer en sus
relaciones sexuales (contra el 11% de las mujeres). De alguna manera, se ha
vetado al hombre la conciencia de ‘ser orgásmico’ (a diferencia de lo ocurrido
con lo hembra), y se le ha reducido a la condición de ‘ser eyaculador’. Una
cuestión no problematizada, extrañamente, por los poderosos movimientos de
liberación sexual de la pasada década”, escribía en su tesis. Y también: “Es
indudablemente posible eyacular sin placer; al parecer, ciertas prácticas
espirituales también permiten el orgasmo masculino sin eyaculación. Es cuestión
de tiempo que se desvinculen ambas cuestiones, y se reivindique de una vez por
todas una tecnología del orgasmo masculino, se realice una problematización del
placer y se funde una sexualidad plena para el hombre, paralela a la de las
damas”. Para terminar: “Dicho lo cual: el hombre nunca finge en el sexo, porque
le ha sido castrada toda consideración acerca de sus derechos respecto al
placer auténtico”. Los postulados de Dorin fueron desoídos, tachados como
misóginos por ciertos ámbitos de la universidad. La edad del autor cuando
realizó la tesis (78 años) y sus orígenes “alto-burgueses” no facilitaron la
aceptación de la obra.
3 años después, el célebre filósofo Jean Baudrillard, recogería
el testigo de Dorin escribiendo el libro “De la seducción”. En dicha obra,
Baudrillard argumenta que, en contra de lo aparente, el desarrollo de la
sexualidad femenina (y en último término la necesidad del orgasmo femenino)
había reducido aún más, y drásticamente, la posición de poder de la mujer en la sociedad.
Entre otras cuestiones que iluminarían su idea, señala la hipótesis de Dorin y
la justifica: el orgasmo masculino, simplemente, no existe, es invisible e
innecesario (“Anecdótico y reservado para amantes arrebatados, algo femeninos,
y profundamente románticos”, escribe el francés en uno de sus famosos pasajes),
porque su presencia debilitaría la hegemonía masculina en el gobierno de
occidente.
Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
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