sábado, 29 de septiembre de 2012

La invención del orgasmo masculino




En 1976, el anciano Luc Dorin realizó su tesis doctoral de filosofía en la Escole Normale Supérieure de París. Su objeto de estudio: la invención del orgasmo masculino. Proponía en su tesis la necesidad de atender el placer sexual masculino, de manera pareja a como se había batallado desde el feminismo para reconocer las capacidades sexuales de la mujer. Argumentaba en su tesis que la asociación eyaculación-orgasmo era casi exclusiva de la tradición judeo-cristiana. “El 78% de los sujetos franceses (hombres) entrevistados nunca han considerado las intensidades del placer en sus relaciones sexuales (contra el 11% de las mujeres). De alguna manera, se ha vetado al hombre la conciencia de ‘ser orgásmico’ (a diferencia de lo ocurrido con lo hembra), y se le ha reducido a la condición de ‘ser eyaculador’. Una cuestión no problematizada, extrañamente, por los poderosos movimientos de liberación sexual de la pasada década”, escribía en su tesis. Y también: “Es indudablemente posible eyacular sin placer; al parecer, ciertas prácticas espirituales también permiten el orgasmo masculino sin eyaculación. Es cuestión de tiempo que se desvinculen ambas cuestiones, y se reivindique de una vez por todas una tecnología del orgasmo masculino, se realice una problematización del placer y se funde una sexualidad plena para el hombre, paralela a la de las damas”. Para terminar: “Dicho lo cual: el hombre nunca finge en el sexo, porque le ha sido castrada toda consideración acerca de sus derechos respecto al placer auténtico”. Los postulados de Dorin fueron desoídos, tachados como misóginos por ciertos ámbitos de la universidad. La edad del autor cuando realizó la tesis (78 años) y sus orígenes “alto-burgueses” no facilitaron la aceptación de la obra.

3 años después, el célebre filósofo Jean Baudrillard, recogería el testigo de Dorin escribiendo el libro “De la seducción”. En dicha obra, Baudrillard argumenta que, en contra de lo aparente, el desarrollo de la sexualidad femenina (y en último término la necesidad del orgasmo femenino) había reducido aún más, y drásticamente, la posición de poder de la mujer en la sociedad. Entre otras cuestiones que iluminarían su idea, señala la hipótesis de Dorin y la justifica: el orgasmo masculino, simplemente, no existe, es invisible e innecesario (“Anecdótico y reservado para amantes arrebatados, algo femeninos, y profundamente románticos”, escribe el francés en uno de sus famosos pasajes), porque su presencia debilitaría la hegemonía masculina en el gobierno de occidente.        

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