[una lectura analfabeta y alucinada del libro
"La facción caníbal"]
Algunos años después,
frente a la guillotina de acero que se alzaba en el centro de la Plaza San
Jaime, Daniel había de recordar aquella tarde en que conoció la noticia. Estaba
merendando lengua y vísceras humanas cuando descubrió la reseña en el muro de
un contacto suyo del facebook; sesenta y ocho asesores del entonces presidente
del gobierno español, Mariano Rajoy, no tenían el graduado escolar. Daniel se
sintió feliz, espléndido, incluso hermoso al leer aquel titular. Casi era un
milagro, por dos motivos, que a la vez son uno:
1.
De ser
cierto, aquel dato abría una feliz posibilidad. Tal vez, algo había cambiado
por fin y las cuotas de poder habían dejado de asignarse en base al capital
académico heredado [capital que, tal como Pierre Bourdieu mostraba en “La
distinción”, era propiedad de ciertas clases sociales que se perpetuaban en la
élite mediante, entre otros distintivos, la parcelación y distribución
asimétrica del saber], y de repente era posible alcanzar esos puestos
dirigentes según otras cualidades más democráticas. Era indiscutible, y Daniel
así lo razonó, que la noticia no señalaba unívocamente esa conclusión; pero,
como mínimo, pensó Daniel, daba lugar a esa posibilidad.
2.
Aún si era
falsa, la noticia ya había dotado a Daniel de una alegría mayor. Los
perpetradores de aquel fake, y cada uno de los que habían utilizado la noticia
para criticar y menospreciar a los sesenta y ocho asesores de Rajoy, todos
aquellos que pronunciaron comentarios jocosos y clasistas contra los anónimos
asesores habían quedado marcados con una cruz de ceniza en la frente y, tarde o
temprano, les llegaría la hora de la guillotina. Sí, cuando llegase la
revolución y la justicia popular se impusiera como una forma de higienización
terrorífica, todos aquellos que perpetuaban el fascismo “aristócrata-alto
burgués” al considerar inferiores y menos capaces a los individuos no
escolarizados, serían decapitados, ajusticiados, sus sistemas digestivos serían
arrancados de su cuerpos moribundos, para ser devorados por una multitud
hambrienta y celebratoria.
Me gusta, primo!
ResponderEliminarMe alegro. Contamos contigo entonces cuando llegue el alzamiento.
ResponderEliminarAunque no sean ni única ni especialmente ellos, ni mucho menos, los marcados con la cruz de ceniza en la frente, lo que ocurre es que todo el mundo sabe que las visceras y carnes de la gente escolarizada hasta edades avanzadas tienen mejor sabor y, según los caldos que cocines con ellas, adquieren mejor "bouquet" que con las de no escolarizados.
ResponderEliminarY Daniel, con la boca llena, no debe de ser una excepción.